martes, 22 de abril de 2008

Capitulo 5. ¿Se puede amarte?

CAPITULO ESCRITO POR SENAKA_AOI


-¿Cómo demonios me pasó esto a mi?- dijo histérica, casi gritando, volcando una de las mesas que portaba unos cuantos vasos de precipitado y una gradilla llena de tubos de ensayo, haciendo añicos toda aquella cristalería. Luego se arrepintió, había pagado su ataque de ira con un proyecto que llevaba tiempo trabajando. -Que tonta soy.- observó como se disolvían las sustancias en el piso de piedra grisácea.

Salió del sótano de su lujosa mansión, dejando a uno de sus sirvientes encargado de limpiar aquel desorden. Avanzó por los pasillos con paso acelerado y la mente concentrada en la atrocidad cometida.
<< ¿No podría ser peor?>> pensó llegando a la seguridad de su habitación. Retiró la mayor cantidad de ropa de su esbelto cuerpo y se colocó un translúcido camisón largo de seda que no sólo mostraba el negro tatuaje en forma de cruz garabateada en su espalda sino que también dejaba casi al descubierto su pequeño busto y una piel pálida hasta la cintura, donde sus partes intimas eran ocultas por la ropa interior blanca sencilla. Se dejó caer sobre su acolchada cama exhalando un suspiro al aire. Mientras yacía boca arriba, con la mirada fija en el techo, poco a poco los recuerdos de aquella noche comenzaron a asaltar en su mente. Era un tormento delicioso y a la vez perturbador.

-Ares…- susurró su nombre para si. -Un lobo, un maldito lobo…- cerró los ojos sintiéndose frustrada.

Se llevó los dedos índice y medio a los labios, recordando con lujuria aquel beso, un atrevido beso proveniente de la boca de un hombre-lobo, un beso que la llenó de sensaciones en aquel mismísimo instante, un simple beso que la llevó a un estado de inconciencia tan puro y exquisito como la primera vez que su Sire le dejó probar de su sangre la noche en que la creó como inmortal.

Abrió los ojos bruscamente, saliendo de su prodigioso ensueño, al sentir la presencia de alguien más allí, cerca, muy cerca. Leonardo, su compañero, la observaba con atención. Era un hombre alto y robusto, con una mirada fúnebre y una actitud tan vil como el mismo demonio. Era un Tzimisce como ella, un cruel torturador, un experto en armas filosas y cortantes, un individuo a quien temer de solo mirar. Ella no dijo nada ante su figura imponente de pie al borde de la cama, con una sola mirada bastó para darse cuenta de que él estaba seriamente molesto. Leonardo no sólo era su compañero, era su Mentor. Se sentó suavemente a su lado y le tomó el brazo izquierdo.

Senaka sabía lo que le esperaba y se resignó a tener que soportar su merecido castigo. Él con aquel pequeño contacto le infligió en su tersa piel un alto grado de dolor y si ella se atrevía siquiera a dejar escapar un quejido lo aumentaría el doble.
Se llevó la otra mano a la boca, mordía sus labios y se retorcía sobre las sábanas blancas, ya se le estaba siendo difícil tolerar aquella sensación de dolor que le destrozaba todo el miembro, desde la muñeca hasta el hombro. Leonardo se detuvo, era suficiente.

-No vuelvas a dejarte llevar por tus emociones, cualquiera que haya sido…- le reprendió.

Ella asintió sin quejarse. Tan pronto obtuvo su respuesta el vampiro abandonó la habitación de ella.

-Quizás en algún momento llegue a odiarte.- murmuró con desprecio mientras daba un suave masaje a su brazo lastimado. -¿Qué pasaría si lo supieras? ¿De que serias capaz si te lo dijera?- se preguntó. -Me matarías de seguro si tan solo te insinúo la idea de mi capricho con un lobo.- continuó su reflexión ante la actitud de su Maestro. -Ares, precioso Ares, ¿Qué voy a hacer contigo cachorro?- sonrió ante aquel apodo. 

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